ENTREVISTA

VALERIA LOIS: “LOS ACTORES Y LAS ACTRICES TENEMOS ALGO AUTORAL TAMBIEN, PERO CON CARNE, CUERPO”

Es una primera figura, aunque de bajo perfil. En teatro hace vibrar al público y lleva su estilo al cine y hasta a la televisión más mainstream. Risas, llantos, incomodidad, ternura, temor, siempre en la delgada línea de la ambigüedad que inquieta. Así actúa, de ese modo lee literatura, y todo lo mezcla con un nuevo plan: escribir.

POR: MARIANA ARMELIN

Tal vez la recuerden por éxitos como Claudia, la esposa psicóloga de Dady Brieva en Guapas, o Aldana, la terapeuta en Silencios de familia. Pero estas líneas no las escribe Troy McClure, como para usar esa fórmula de presentación simpsoneana, y Valeria Lois es mucho más que dos éxitos en tanques de Pol-ka. Actriz que descubrió su vocación des chica, se formó con Pompeyo Audivert, Ciro Zorzoli y Paco Giménez. Sube a las tablas desde los 17 años y puede protagonizar desde Estado de ira, la multipremiada obra de Ciro Zorzoli que estrenó en 2011, hasta el sutil duelo de interpretación de Dos minas, dirigida por Alejandro Catalán en 2006.

“Yo vengo del teatro, siento que esa es mi casa, mi lugar, que siempre que quiera voy a poder hacer algo ahí”, dice. Por eso, no la detiene ni la pandemia. Acaba de volver a escena con dos de sus hits: La mujer puerca, de Santiago Loza, un unipersonal que estuvo más de siete años en cartel, y La vida extraordinaria, de Mariano Tenconi Blanco, donde con Lorena Vega encarnan a dos mujeres unidas por la amistad y la poesía.

Lois ama la literatura y es más que una lectora. Es una actriz que lee. “Tengo la sensación de que en el cine se puede reproducir una versión más fluida de un libro”, reflexiona. Y, entonces, ahí se mete. Entre las casi veinte películas en las que actuó están, solo por nombrar algunas bien recientes, Los sonámbulos, de 2019, y Las Siamesas, estrenada en diciembre, ambas de Paula Hernández, y la última basada en el cuento homónimo de Guillermo Saccomanno.

“En general no soy clara cuando hablo”, dice su bío en Twitter, pero ella la desmiente cuando hilvana temas que la apasionan. Entre ellos, está la literatura. Aunque cada tanto la interrumpen algunos abejorros que llegan desde su jardín, sigue contando qué le gusta de cada libro, enmarcada por una enorme biblioteca. Recuerda que empezó a leer cuando era muy chica: “Tenía mis favoritos. Por ejemplo, Papaíto piernas largas, que me volvióloca cuando entendí que se trataba de una novela epistolar y una relación amorosa construida en base a cartas. Y lloraba leyendo Mi planta de naranja lima, un drama total, tremendo”. 

—Tu personaje de La vida extraordinaria, ¿es la primera gran lectora que interpretás?. 
Siento que La vida extraordinaria viene a compensar a todas las no lectoras que hice antes. Hay algo en las vidas de estas dos mujeres que se ve totalmente atravesado por la lectura y la escritura. Escribir y leer las salva. Aurora Cruz, mi personaje, tiene un padre librero. Decide volver a la vida social después de tener un hijo y en una tertulia de poesía se enamora de un poeta como nunca antes sintió el amor. Entonces, escribe un diario para no enloquecer, o mientras enloquece lo escribe, y ahí encuentra la lucidez para salvarse. En un momento, dice: “ahora comienza una nueva vida que es, en verdad, la misma vida de siempre, pero nueva”. Me encanta eso. A veces una, forzadamente, por decisión, siente que empieza una nueva vida, pero siendo la misma, ¿no?

—¿Con alguna amiga tenés un vínculo relacionado con la literatura?
—Con mi amiga desde la secundaria, Camila Villamil, tenemos una relación de esas que parecen que vienen de una vida anterior. Ella y su familia me introdujeron a conocer autores y libros que terminaron siendo definitivos para mí. Por nombrar a uno, Salinger y todo lo que publicó. Lo descubrí gracias a ella y a su madre, Laura Falcoff, y fue como la luz en el camino.

—¿Y sigue siendo tu oráculo literario?
Justamente, en esta nueva vida que es la vida en pandemia, Camila me escribió un día para decirme: “bueno, acabo de leer un libro que siento que podrías haber escrito vos”. Era Los Sorrentinos, de Virginia Higa, que cuenta la historia de una trattoria en Mar del Plata. Puntualmente, la del tío de la autora, Chiche, que es el que inventó, o mejor dicho llevó, los sorrentinos a esa ciudad. Es hermoso. Y, de verdad, mientras leía sentía que lo podría haber escrito yo. Me hubiera encantado. Lo leí con esa alegría especial de cuando se lee un material que es muy cercano.

—¿Qué te resulta cercano del sorrentino?
—Ja, ja. No concretamente el sorrentino. Yo todavía no publiqué un libro, pero hace muchos años escribí algo para el suplemento cultural Radar sobre la historia de mi familia italiana. Más recientemente les grabé partes del texto de Higa a mis primas, que son muy importantes en mi vida y que están mencionadas en ese viejo artículo. Les leía en voz alta, mandaba el audio, y ellas me ponían abajo, en el chat, “el tío Walter”, que es nuestro tío. Cada referencia iba exacta.

—¿Y qué tiene Salinger para haberse hecho luz de tu camino?
Yo leía hacía rato y bastante. Tenía mis favoritos y un gusto por la lectura. Pero lo que me pasó con Salinger es que enloquecí sintiendo que alguien escribía con una ironía y sutileza que me atrapaban por completo. En la mayor parte de su obra está presente la familia Glass, que son esos hermanos y niños prodigio. Es una locura cuando se va descubriendo, novela a novela, cuento a cuento. Es como abrir una historia maravillosa, de una sensibilidad total, con un nivel de empatía con la emoción increíble.

—¿Ahora qué te gusta leer?
En general novelas, cuentos, algo de relatos breves. Eso me interesa y me atrapa, digamos.

—¿Hay algún libro que regales siempre?
Estoy prestando mucho Estas muy callada hoy, de Ana Navajas, que me encantó y, entonces, quiero que todas las que están cerca lo lean. En una época regalé mucho Ladrilleros, de Selva Almada, que me parece hermoso. También repartí muchos ejemplares de Agosto, de Romina Paula, que es precioso. El año pasado estrenaron La muerte no existe y el amor tampoco, una película de Fernando Salem basada en esa novela. Ay, ese libro sí que me encantó. Aparte no es que alguien me dijo “léetelo”. Me pasó que fui unos días de vacaciones a una casa en el Tigre y estaba ahí. Lo agarré porque era de Romina, que la conozco como dramaturga, y me encanta. Y la novela me atrapó completamente.

—¿Tuviste otras lecturas que te llegaran así, por casualidad o intuición?
—Sí. También me pasó con el Borges, de Bioy Casares, en otras vacaciones. Dos veces fui a una casa en Uruguay que tenía el libro. La primera vez lo vi, lo agarré y no paré de leerlo. Pero se terminó el viaje antes que el libro. La segunda, cuando llegué, lo primero que hice fue ver si seguía ahí y estaba, así que me pasé todo el verano leyendo eso. Ni agarré lo que había llevado.

—¿Qué personaje de literatura te gustaría hacer en cine o teatro?
Hay una escena en la novela Franny y Zooey, de Salinger, que me encantaría poder hacer y actuar. Es muy hermosa. Zooey, que es el hijo menor de los Glass, está en la bañadera y la madre entra al baño, se pone a ordenar el botiquín y le habla. Me fascina desde que no tenía edad para hacerla. Ahora sí, ya la tengo, entonces estaría buenísimo. Y Un día perfecto para el pez banana, también. Es un cuento de Salinger en el que, en un momento, la mujer de Seymour Glass tiene una charla telefónica con su madre mientras se pinta las uñas. Parece que no pasa nada, pero pasa de todo. Es espectacular.

—¿Alguna vez te escribieron un personaje para vos?
Con Santiago Loza, el autor de La mujer puerca, nos reímos porque él en esa época escribía los monólogos pensando en actrices, pero justo este no era para mí. Lo pensó para otra, que al final no pudo hacerlo. Y uno de los comentarios que más se hacen sobre La mujer puerca es que no se imaginan a otra actriz en ese personaje. Después, Maruja Bustamante escribió Paraná Porá, un texto hermoso que se trata de dos mujeres que estuvieron enamoradas y fueron pareja del mismo hombre al mismo tiempo. Un día llama y me dice: “quiero hacer esa obra con Monina Bonelli y con vos, porque veo en ustedes algo parecido y diferente al mismo tiempo”. Eso fue lo más cercano a que me escribieran un papel. La directora, en realidad, me eligió por un tema de physique du rôle.

—Si no fueras actriz, ¿qué serías?
Decir que me encantaría escribir es una obviedad. Igual, eso me encantaría. No podría irme mucho más lejos de la actuación. Para mí, están un poco juntas las dos cosas, porque los actores y las actrices tenemos algo autoral también, pero con carne, cuerpo. Yo trabajo con directores y autores que respeto mucho, sin embargo también me siento muy dueña de lo que hago. Ahora voy a empezar un taller de relato autobiográfico. Me anoté sin sentir necesariamente que me vuelvo loca de ganas por escribir la historia de mi vida, pero al mismo tiempo diciendo “abramos esta puerta y veamos hacia dónde voy”.  

Spoiler alert: seguramente, irá hacia ese lugar en la escritura al que llega en la actuación, que tiene la marca registrada Lois, una que ella misma define con claridad así: “Hay un entramado de sentimientos y sensaciones que me encanta y es lo que intento dar en escena todo el tiempo y que cuando recibo en forma de novela o de cuento me vuelve loca, me fascina. La contradicción de la vida, o de como a mí me gusta vivirme y leer; lo que es tremendamente patético es al mismo tiempo gracioso y también triste y esperanzador”.

FOTOS: GENTILEZA VALERIA LOIS
ILUSTRACIONES: LUCI ARLEQUIN