CAPRICHO

FUERA DEL CLICHÉ ESCRIBIR + FELINOS: LA ODA DEL TEAM PERRUNO

Gatos, gatas por todas partes y su asociación directa con la figura de quien escribe. Pero hay autoras y autores del otro bando, que viven en devoción canina. El máximo exponente actual es Stephen King y su pequeña Molly, aka the thing of evil, que protagoniza sus redes. Acá, un ensayo coral de algunas plumas fabulosas que le escriben a sus perros y perras.

POR: E. LOGIAN

Además de los pandas, que parecen vivir de ácido, los seres más flasheadores del planeta son los perros. Una botella de plástico puede ser una enemiga mortal a la que hay que masticar; un palo que se va es la obsesión a perseguir; el motor de los autos, un martirio a combatir a ladridos; y morder una ola, aunque se desarme en la boca, el objetivo utópico al que no renunciar jamás.

Qué mejor compañía para quien se dedica a la literatura que la canina. Los perros son la imaginación al poder y, de bonus, obligan a despegar al menos dos veces por día el culo de la silla para salir a caminar, juntar endorfinas y volver a los teclados. Guau, ¿no? Hay mucho por agradecerles. ¿Qué le dirías si supieras que realmente puede entender y responder? Le hice esa pregunta a seis escritores/as que admiro y viven una vida de perros (o sea, feliz y arengada).

Antonio Santa Ana, celebrado autor de LIJ, editor iluminado y adorable villano en Twitter, le escribe una carta de amor a Misha, su secretaria. Escritora, gestora cultural y activista, la power Cecilia Szperling se derrite como helado al sol cuando habla con Ponyo. El genial Sergio Olguín, creador de, entre otros hits absolutos, la saga policial protagonizada por Verónica Rosenthal, le hace un reclamo al enorme chihuaha Taquito. Magalí Etchebarne, que publicó el brillante libro de relatos Los mejores días (Tenemos las máquinas, 2017), cuenta cómo es su secuaz Pipita. Ricardo Romero, que acaba de editar Big Rip (Alfaguara) y escribe novelas tan largas como fabulosas, fue por la síntesis para decirle algo a Paco. Y Luciana Pallero, autora del libro de cuentos Ojo animal y la novela La máquina de pelar manzanas (Blatt & Ríos 2020 y 2016), le dice un aluvión de cariño a Manchita, su compañera.

Acá está, este es, mi cuarto capricho de una serie. Muevan sus colas, pasen y lean.


Antonio Santa Ana

Querida Misha:

Compañera, amiga, secretaria mía. La hemos pasado bien juntos, ¿verdad? Previo a la pandemia te gustaban nuestras largas caminatas por el barrio, en especial en otoño que a vos te gusta tratar de morder las hojas que caen de los árboles. No solés lograrlo debo ser honesto… También hemos pasado algunos momentos duros, ¿no? Como cuando la oncóloga te miró y dijo que lo veía complicado. Pero, querida Misha, amiga, compañera, secretaria mía, luego de visitas y visitas a la veterinaria te dieron el alta.

Valoro mucho, eh, no vayas a creer que no, que llores de alegría cada vez que nos visitan nuestros amigos, eh, también que cuando la psicoanalista que vive con nosotros, y atiende por videollamada, tiene pacientes con mucha angustia, me pidas que te abra las puertas para ir a sentarte a su lado durante toda la sesión. Valoro mucho, también, que estés esperándome en la puerta del baño cada vez que voy o que te tires sobre mis pies cada vez que lavo los platos, eh.

Recuerdo que te gustaba mucho, de joven, William Ospina y que te comiste su poesía completa. Pero, querida Misha, secretaria mía, amiga, compañera, cuando estoy leyendo o escribiendo en mi estudio (ambos sabemos que es presuntuoso llamarlo así, claro) Misha, querida ¿podés evitar tirarte pedos?

Saludos cordiales,
Antonio

Cecilia Szperling

¿Por qué de noche me abrazás y te dormís al lado mío como un peluche y de día rompés todo? Corpiños, celulares, gafas. Auriculares. Te gusta lo caro, lo que más me importa y lo que cruje. Todo cruje durante el día. A la noche sos la perra de mi vida. De día, una demonia fuera de control.

Sergio Olguín

En mi opinión, Taquito, deberías replantearte esta costumbre de ladrar por cualquier cosa. Yo sé que está en tus genes de chihuahua y mini pincher esa tendencia a manifestarte con ladridos ante todo lo que ocurre, lo bueno y lo malo. Pero de la misma manera que te quedás calladito cuando estás en brazos o cuando Bowie, la gata, te pega un manotazo amistoso, podrías hacer lo mismo en muchas otras ocasiones. No quiero coartar tu libertad de ladrar, aunque a veces lo parezca cuando te tiro un chancletazo. Es una sugerencia. Incluso pienso que a Bowie le gustarías más. Que esa paciencia que te tiene se convertiría en amor. Pensalo.


Magalí Etchebarne


Pensé y pensé qué le diría si me entendiera. Pero después me di cuenta, ¡si ya me entiende! Sabe cuándo ​me preparo para salir y ella me avisa que también está lista. Ir al parque es lo que más le gusta, pero también entiende cuando le digo que estoy saliendo por otra cosa, que ahora vuelvo. Cuando lloro, se me sube encima y es su forma de abrazarme. No le gustan las motos, y mucho menos las que explotan cuando encienden. Tampoco le gusta los ruidos fantasmales y cuando mi papá murió estuvo meses ladrándole a su galpón esperando que él saliera. 

Cuando venimos al café de la vuelta de casa yo me siento en esta mesita y ella se acuesta debajo de la silla por la sombra, pide agua sacando la lengua afuera y el mozo le trae un tachito con agua. ​Toma una pastilla para su salud y, ya sabe, abre la boca y no la escupe. ​Siempre le digo que es muy linda y cuando agarra algo que no debe yo solo digo “uhhh” y entonces se acuesta panza arriba para compensar. 

Le habl​o​ todo el tiempo, y aunque es verdad que no me responde, no podría decir que no me entiende. ​Silvina Ocampo dijo sobre su perro: “No poder repetir algo que Áyax me dijo me parece ahora extraño, pero, ¿acaso hablar es tan importante?”. ​Solo alguien que no conoce a los perros podría confundir silencio con distancia. ​Yo siempre le digo gracias y, como me dijo una vez una amiga, solo espero ser una pizca de lo ​maravillosa que ella cree que soy.

Ricardo Romero

Y le diría: “Queda entre vos y yo. Yo no cuento tus secretos y vos no contás los míos”.


Luciana Pallero

Manchita, Manchi, bebé, chiquita, porota: aprovecho esta oportunidad para pedirte disculpas por todo lo que te hice, por mis traiciones. Como la vez que dormías, entró un gato a nuestro patio y yo no te avisé. O la vez que me dio pereza comprarte la pipeta de las pulgas mientras te veía rascarte. Pero, sobretodo, lamento sinceramente haberte comparado permanentemente con mi otra perra, la anterior, la que se había muerto. Y todavía lo hago a veces. Así de imperfecta soy, lo siento. Aunque sé que a las perras eso no les importa porque son fieles, necesito pedirte disculpas, verbalizarlo y, si es públicamente, mejor. Qué me importa si quienes lean esto puedan pensar que me falla la cabeza, que mi problema es no tener un hijo, que no se puede pasar toda la vida rodeada de animales. Total, vos y yo sabemos que a veces tenemos que disimular la felicidad, por la envidia. Nosotras no envidiamos la familia, no nos preocupa a quién le voy a heredar mi poco o mucho patrimonio, no nos interesa el futuro, nos concentramos en esto que pasa ahora, que no es nada ni para la historia de la humanidad, ni para una divinidad que nos observa, ni para nada, es esto, esto solo que no dura, que se termina ahora, esto que existe entre nosotras ahora. Y así vivimos.

Muchas gracias a Antonio Santa Ana, Cecilia Szperling, Sergio Olguín, Magalí Etchebarne, Ricardo Romero y Luciana Pallero por perrear en este capricho.

Y un chin chin a Daniela Pasik por la producción divina.


FOTOS: CADA HUMANO/A DE CADA PERRO/A